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Archivos Mensuales: junio 2013

Un regalo y una responsabilidad muy grandes

 

A principios de julio del año pasado, dos de mis mejores amigos nos comunicaron en una terraza la noticia de que, en poco más de un año iban a casarse. A todo esto, David (el novio) que me conoce desde que teníamos 14 años me suelta:

-Oye, tu sigues escribiendo, ¿no? Me suena que seguías con aquel blog…
-Sí, aunque escribo de higos a brevas, la verdad. ¿Por?
-Porque hemos pensado que nos gustaría que dijeras unas palabras en la ceremonia. Mi hermana va a decir unas palabras sobre mí, la hermana de Bea (la novia) va a decir algo sobre ella, y querríamos que tu hablaras algo sobre los dos.

El diálogo no fue exactamente así. De hecho creo que esta pregunta, de sopetón, fue el inicio de la conversación y la excusa para soltarnos lo de la boda (muy original y subrealista todo, sí). Pero ahora no estoy del todo seguro, dejémoslo así.
Al recibir la doble noticia de la boda y mi participación en la ceremonia no sabía muy bien como reaccionar, demasiada información de gran calibre para asimilarla al momento. De hecho no sé si llegue a felicitarles en el mismo instante o estaba todavía procesando. Lo de la boda era cuestión de tiempo para una pareja que llevaba casi siete años, con toda la estabilidad del mundo. Lo que me pilló un poco a contrapie fue la petición de uno de esos discursetes tan de moda últimamente en las bodas. Siguiendo un poco el estilo americano, aunque creo que son los novios los que leen sus votos nupciales y esas cosas.
El caso es que siempre me ha gustado escribir, y me gusta también hacerlo en ocasiones importantes. Recuerdo el orgullo que sentí en mi segundo de bachiller cuando Cristina, nuestra profe de griego y latín en el Padu, me pidió que escribiera para la revista del colegio esa pequeña redacción/discurso que todos los años escribía algún alumno en nombre de la gente de último curso, despidiéndose y valorando su paso tras tantos años por el colegio. Había compañeros que llevaban en el colegio desde preescolar, y yo «solo» desde 5º de primaria, pero que me lo pidieran a mí me encantó.
Ahora, casi diez años después, dos de mis mejores amigos me piden que diga unas palabras sobre ellos en la ceremonia de su boda. Es otra ocasión importante, pero no tiene nada que ver: está a años luz de una redacción de despedida para una revista escolar. No negaré que me hizo una ilusión tremenda que me lo pidieran. Me parece muy bonito y todo un regalo que me den la oportunidad de dedicarles mis mejores palabras, y más en un día tan especial para ellos.
Pero al mismo tiempo, por las circunstancias en las que voy a hablar, me impone mucho respeto. Me parece toda una responsabilidad. Van a hablar la hermana de la novia, la hermana del novio, y yo. Cuando se ha hablado de este tema, David siempre me recuerda lo bien que escribo y que tenía que ser yo el que dijera unas palabras en nombre de los dos. Él confía plenamente en mí (no sé si Bea ha visto alguna vez algún escrito mío en ese plan, serio y currado), y me intimida crear tantas expectativas.
A lo largo de estos meses me he ido acordando cada cierto tiempo de mi deber de escribir esas palabras, y acabé haciendo un aplazamiento definitivo a «después de que termine el máster». Acabé el máster el día 14, y hace un par de días estaba terminando de dar los retoques a la segunda versión de mi discursillo nupcial. Creo que será la definitiva.

El desenlace de todas estas reflexiones, este sábado por la tarde. Espero estar a la altura, y que mis palabras sean del agrado de los novios y los invitados. Un abrazo para todos!

 
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Publicado por en 24 de junio de 2013 en Sin categoría

 

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