En esta semana, que esta a punto de acabar, os voy a dejar con una reflexión personal sin demasiada relevancia, pero que lleva ya cierto tiempo dándome vueltas en la cabeza.
Fue una cosa de la que empecé a darme cuenta a finales del curso pasado, una noche que en La Sexta 3 emitieron «Desayuno con Diamantes», «Con faldas y a lo loco» y «El Gran Dictador». Así, del tirón. Una maravillosa triple sesión de cine que empezó a media tarde y acabo alrededor de las dos de la madrugada.
Mientras veía la tercera y última película, me dio por mirar en Filmaffinity votaciones y críticas sobre estas películas (andaba con un ojo en la tele y otro en la pantalla del portátil). Al ver las críticas, entre otros criterios, puedes ordenarlas por la calificación que le conceden a la película. Y eso fue lo que hice, pasando al final para ver las críticas que peor valoraban a la película en cuestión.
Supongo que siempre te sorprende un poco encontrar críticas malas y muy negativas sobre algo que a ti te encanta y te parece genial. Pero lo que más me descolocó fue que en la mayoría de estas críticas negativas coincidían en aportar un fundamento que parecía imprescindible mencionar: Uno de los contras de la película era el ser considerada como un clásico del cine y haber sido alabada por numerosos críticos y aficionados del séptimo arte.
Así, sin más. Es decir, opino que es mala solo porque estoy hasta las pelotas de escuchar a un montón de entendidos del cine diciendo que determinada película es magnífica por esto o por lo otro. Pero ojo, que también entiendo que es una tontería igual de gorda hacer lo contrario: defender y alabar una película escudándose principalmente en que es un clásico del cine y un montón de entendidos han dicho que es maravillosa, y ya está.
Desde luego, si este nuevo movimiento crítico está surgiendo en respuesta a esos apolillados cinéfilos que defienden todo tipo de clásicos del cine a capa y espada, tanto aquellos que siguen dejando buen sabor de boca décadas más tarde de su estreno, como aquellas que no envejecen bien y van perdiendo ese encanto con el paso de los años; me parecen casi igual de tristes que sus antagonistas.
Con esto no quiero decir que a aquellas personas que no les hace gracia «Con faldas y a lo loco» o no se sobrecogen con el discurso final de «El gran Dictador», etc. sean idiotas o entienda que tienen un criterio de mierda sobre cine. Solo que a la hora de hacer crítica y debatir, tanto de cine como de cualquier otro tema, lo lógico sería hacerlo con sentido común y usando argumentos coherentes. Pero claro, luego somos como somos…
Y nada más, después de mi «cineconsejo» de hoy, os dejo que disfrutéis de este fin de semana carnavalesco. Pasadlo bien, un abrazo para todos!